lunes, noviembre 05, 2007

A quien le gusta le sabe

Desde hace mucho tiempo, Gustavo el primo de mi esposa, me ha contado de sus hazañas como pescador. De día, de noche, en lo caliente, en lo frió, con vara o sin ella, con lombriz, masa o cuchara, solo o acompañado; son tantas las anécdotas que quise comprobar si perro que ladra también muerde, entonces acepte una de tantas invitaciones y le cogí la caña para probar suerte con la pesca, apostando a aprovechar un momento sin agua en medio del constante y crudo invierno.


El destino de la aventura, se encuentra sobre la vía Popayán – Totoró. El recorrido en moto es muy agradable, se contempla el valle de pubenza en todo su esplendor, debido al constante ascenso se va percibiendo levemente el cambio de temperatura y el cambio de vegetación. Se ven las vacas y marranos peludos, las plantaciones de fique y secamientos de cabuya a ambos lados de la carretera, y lo más curioso es que las personas de la región son gente de cache, de cachetes colorados por el hélido viento. Existen otras formas de llegar, por ejemplo si se quiere ir en carro de servicio publico:

  1. El campero que sale para totoró, se consigue en el barrio Bolívar, pagando por pasajero $2.500.
  2. Luego de dejar la panamericana, se transitan alrededor de 10 Kms hasta el crucero para la iglesia de San José.

  3. Se abandona la comodidad del asfalto para descender por terreno destapado. El trayecto hasta la iglesia demora 20 minutos a pie, ó 8 minutos en moto (Tiempo oficial AKT).

  4. A un costado de la iglesia se encuentra una escuelita, donde se pueden dejar las motos o bicicletas, al cuidado de una amable señora que todo el tiempo se esta riendo.

  5. Ya desde ahí, para llegar a los lagos se desciende por una montaña de leve pendiente.

Los reservorios acuíferos son nutridos por el río Palacé que pasa a un costado del lugar, cuyo cauce se encuentra fortalecido por el invierno que arropa nuestro país de cabo a rabo. Existen 3 estanques pequeños donde se crían 6.000 alevinos (2.000 por estanque), y un grande lago con capacidad para 20.000 peces.

El encargado del sitio nos muestra el lugar, el cual es propiedad del Cabildo indígena. Muy amablemente nos facilita sin costo alguno sencillas varas de pescar hechas de bambú, y me regala un amasijo hecho de harina y concentrado para que cada uno saque lo que le necesite.

Anzuelo armado, plomada al agua, 5 minutos y solo pican los moscos. Escucho al otro lado del estanque el enorme jolgorio porque ya han sacado 3 truchas arco iris enormes, me hierve la sangre, me invade el desespero pues antes de llegar habíamos acordado que cada uno pescaría su almuerzo, y yo nada. Hace su aparición la voz de la experiencia, Gustavo me explica que cada pez tiene su técnica, y en el caso de la trucha me da algunos tips:

  • La plomada debe llevar el anzuelo al fondo, pues ahí permanecen las truchas.

  • Tan pronto se sienta que el nylon se templa, uno también debe halar (rematar), para que lo sea se engarce en el anzuelo.
  • Una vez el pez ha picado, hay que sacarlo con cuidado para que no se vaya a soltar, el nylon a romper y nos quedemos como el ternero.

  • Finalmente, mucha paciencia.


Después de chuparme un barrilete, comerme unas galletas festival y 2 bananas, por fin pude sacar mi almuerzo, el resbaladizo y movedizo pez resulto ser el más gordo de todos. La estadística de la jornada fue la siguiente:

  • Cada uno pesco lo suyo, en total 10 truchas.

  • Peso promedio de cada una, libra y 3 cuartos. Aunque el administrador nos dice que es suerte porque del estanque han salido algunas de 6 y hasta 8 libras.

  • El precio por kilo es de $9.000.


En el sitio permiten fritar las truchas, por lo que si uno es precavido y lleva arroz, papas, limon, tomate, gaseosa, se da un buen banquete. Me hago a un costado del cocinero, desenfundo el tramontina y repito todo lo que el hace, desescamar raspando por todo lado, introducir la punta del cuchillo en el rabito del baboso pescado y cortar en forma ascendente hasta las agallas, luego retirar con los dedos todas las tripas y lavar con abundante agua.




Al abrir mi trofeo, me di cuenta de porque era el mas gordo de todos, no era trucho si no trucha y estaba repleto de huevos. Cuando todo esta listo, los peces vuelven a nadar, pero esta vez en un sartén con aceite hirviendo.

Para la salida luego del almuerzo, la suave bajada del arribo se ha convertido en una exigente e interminable cuesta. De regreso sobre la vía pavimentada, se consigue muy fácil transporte para la ciudad.

Ya de regreso, sobre el puente del rió Palacé (la curva de la calavera), nos detuvimos para ver un grupo de paramédicos hacer prácticas de cuerdas (Rapel), descendiendo 28 metros hasta las turbias y frías aguas.