martes, abril 17, 2007

Fabula del Sancocho

Todo nuevo día transcurrido en la aldea, era uno más de aquellos rodeado de cotidianidad, cada cual empezaba su mañana haciendo exactamente lo mismo, esperando lograr algo diferente, pero obteniendo siempre el mismo resultado. Estos comportamientos predecibles, tiñeron de sorna el diario acontecer en la villa.

Pitufo gruñón renegaba por todo y de todos, pitufo “Bromista” solo quería aprovechar cuanto papayazo le dieran para gozarse a quien fuera sin distingo de jerarquía o edad, a pitufo “Tontín” le da lo mismo si llueve o hace sol, pitufo “Sabiondo” pensaba en cifras y cuadros para mejorar hipotéticamente, pitufo “Armonía” solo pensaba en su música sin importarle el consentimiento de los demás, pitufo “Lambón” hacia cuanto fuera pitufamente posible para sobresalir de entre todos, pitufo “Académico” devoraba un libro tras otro para ampliar su conocimiento, pitufo “Tecnológico” no dormía por navegar en la red y ver las novedades del mundo, pitufo “Amigable” no paraba de chatear y de hablar por celular con propios y extraños, pitufo “Intrigante” no cree en dios ni en el diablo y se encarga de sembrar la cizaña en cuanto terreno encuentre, y así cada miembro pasaba los días repitiendo sus cotidianas costumbres. Todo este cúmulo de destrezas y experiencias, sucedían en un solo sitio, pero a nadie le interesaba compartirlo con los demás.

Mientras tanto, papa pitufo se aventuraba fuera de la comarca buscando alianzas con otras comunidades, necesitadas tal vez de los pocos productos que con mucho esfuerzo sus pupilos producían. Cuando por fin regresaba de su travesía, cansado pero ansioso de comentar los resultados de su gestión, encontraba el mismo panorama,

Un buen día, surgió una pitufesca idea, alguien se atrevió a PROPONER, “Vámonos de paseo y organicemos un sancocho”, algunos ofrecieron su apoyo incondicional, otros dudaron, y a otros les dio lo mismo, pero finalmente toda la aldea convergió en la iniciativa.

Las viejas costumbres de actuar cada uno por su lado, fueron reemplazadas por comisiones para: tomar la lista de asistentes, conseguir los recursos económicos, comprar los elementos, traer la leña, prender el fogón, pelar las papas, cebolla, yuca, sazonar las gallinas, hacer la limonada, y hasta para armar la garufa.

La espera transcurre entre cervezas, chistes, juego de rana, caminatas ecológicas, amistosas charlas, y luego de varias horas de cocción, fue posible disfrutar de un delicioso alimento, cuya principal aporte no es su alto contenido nutricional, si no el hecho de demostrar que la unión hace la fuerza, que el trabajo en equipo conlleva a alcanzar los objetivos grupales y por ahí derecho los individuales.

Desde aquel día, cada pitufo comprendió que existen otros con habilidades complementarias a las propias, que nada se pierde con arriesgarse a intentar cosas diferentes, que el pesimismo es lo peor que puede afectar a un grupo, y que las cosas grandes se construyen a partir de las más pequeñas.

La aldea hoy tiene otro aire.