viernes, febrero 09, 2007

La caida del halcón negro

Hace un par de meses, escribí un artículo relatando el proceso de capar un ternero, y al parecer este año el viejo refrán, “No hagas a otros, lo que no quieres que te hagan a ti”, ha cantado victoria. Con esta analogía, quiero contar como en días pasados me realice LA VASECTOMIA.

Este método de esterilización, consiste en una pequeña intervención quirúrgica a la altura de los testículos (esta si con anestesia), donde se cortan los conductos deferentes, impidiendo que los espermatozoides se mezclen con otros fluidos, para cumplir su función de procreación.

Pero, ¿porque un joven, apuesto e inteligente ingeniero, decide no aumentar su descendencia? Por una sencilla razón, 6 hijos son más que suficiente: Darío (14), Laura (12), Juan (9), Rosita (French Puddle de 5 años), Nani (French Puddle de 2 años), Pepe (Loro de 6 meses). Esta fue una decisión concertada con mi pareja, para ejercer una paternidad responsable. Algo que también me motivo, fué el haber visto por televisión al ministro de salud hablando sobre el tema, el se la acababa de practicar, y manifesto que no tenía ningún costo.

El trámite inicia así.

1. Visita a la EPS para solicitar el procedimiento. Allí el médico general indaga por los antecedentes personales, familiares, explica en que consiste el proceso, y al final emite una solicitud del mismo.

2. Esta solicitud debe hacerse autorizar por la EPS, para que al final, pueda uno saber, donde, cuando y a que horas debe asistir a la cita.

Por fín llega el día “D”, algo nervioso por ser la primera intervención quirúrgica que me practican, y porque sería la primera vez que alguien distinto a mí o a mi mujer trata con mucha confianza a mi mejor amigo.

Antes de la cirugía, se pasa por una valoración pre-quirúrgica, donde nuevamente explican el procedimiento, los pro, los contras, se aclaran las dudas, para que aquellos indecisos a estas alturas, se puedan arrepentir y declinar la sentencia de esterilización.

Una enfermera vestida de verde aguacate, me hace pasar a una habitación para que me desvista y me meta en una batola, me ponga unos zapatos y un gorro parecido a los que utilizan las mujeres en la ducha para no mojarse el cabello. Cabalgando a pelo, voy hacia otra parte a dejar la ropa, tomar el último aliento y pasar derecho al quirófano. Gran sorpresa me lleve al ver detrás mió, 8 machos pálidos y con cara de asustados, con el mismo destino.

Me siento en la camilla, miro todo a mí alrededor, los aparatos, las mangueras, la lámpara, la gente. Llego un momento en que no se que latía más, si mi corazón o los cojones, justamente en ese instante podía sentir dentro de ellos, los conductos, trofeo principal de la intervención.

Una enfermera me da la orden de acostarme, y con voz de sargento me dice “Levántese la bata, manos al pecho, lo voy a limpiar, no se mueva”. Siento como una mano, con la seguridad que da la práctica y la rutina, mete una gasa por un lado, por otro, me echa una vaina, otra, sin siquiera pestañear.

Ya con el menudo al aire, entra el instrumentador, 2 estudiantes de medicina y el urólogo. Este último me dice, "voy a aplicarle anestesia", y arrancamos. Testículo en una mano, Jeringa en la otra, y pa dentro, el chuzón es algo incómodo, levemente siento como el bisturí corta la piel, y como halan el conducto con 2 pinzas, para finalmente cortar una porción del mismo. Todo este proceso no tarda más de 10 minutos en cada lado. Al finalizar una palmada en la pierna, y una frase de ánimo “Felicitaciones, ya terminamos, el que sigue”.

Por mis propios medios me levanto y paso a otra camilla, donde debo permanecer un tiempo en observación, acompañado de una bolsa de hielo en medio de las piernas. Como una madre luego de trabajo de parto, pongo sobre mi pecho la criatura, la contemplo y tiernamente le digo, “tranquilo bebe, ya paso lo más difícil”.

Para salir de la monotonía, le pregunte a una enfermera, “Señorita, como cuidado post operatorio, ¿debo ponerme gasa por si sangro?”, a lo cual ella amablemente responde “Espere le miro”, levanta la batola, me quita el hielo y alcanzo a notarle levemente en medio del tapabocas, una cavidad oral entreabierta, no se si producto del hambre o cansancio a plenas 1 de la tarde, o fruto del asombro.

Por fin sali de la sala de recuperación rumbo a mi casa, me esperaba un suculento almuerzo, para tener una tarde de reposo. Cuando llegaron los chicos del colegio, el mas pequeño me pregunto, ¿Porque no has ido a trabajar papi?, le respondi "Porque tengo incapacidad por la tarde de hoy, me hicieron una cirugia", el niño puso una cara de espanto, y me pregunto en que parte del cuerpo habia sido, "En los testiculos" respondí, inmediatamente su mirada de asombro cambio por una de picardia y empezo a decirme en tono sarcastico ¿Y fue que te las cortaron?, dejame ver, yo no le digo a nadie, una miradita chiquita.


Bueno, hoy ya es otro día, la recuperación avanza bien, mi esposa esta pendiente de lo que necesito, mis compañeros de oficina han gozado más que yo, hasta el punto de decirme “Ya descubrimos porque tienes un loro. Para que al menos uno de los pájaros de tu casa funcione”.

Como reflexión, puedo decir que las mujeres son mucho más berracas que nosotros, toleran mucho mejor el dolor, toman la iniciativa en las decisiones cruciales, de eso me pude dar cuenta al ver a señoras preguntando por la vasectomía para sus esposos, y según las cifras son más mujeres que hombres, quienes toman las precauciones para no tener más hijos.



Justamente esta mañana recorde uno de los consabidos chistes del chavo del 8 "¿Cual es único animal que pone los huevos morados?", la respuesta original es "La Pata", pues una patada en medio de las ...... s, las deja descoloridas, pero luego de la intervención, con todo respeto digo que quien me los dejo morados fué El Urólogo.


Al final, la radiografia muestra que la operación fue todo un éxito