martes, agosto 15, 2006

Entre Guangos, Cayanas y Susungas






Antes de iniciar quiero aclarar que no soy escritor de profesión, aunque hice un curso de redacción y ortografía en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), no poseo la sutileza ni finura para adornar mis ocasionales escritos, así que de antemano pido excusas por el estilo irreverente y jocoso de plasmar mi realidad. Este Blog es el registro grafico de todas aquellas experiencias que endulzan mi vida loca, sobre las cuales medito permanentemente buscando ser cada día mejor persona; espacio también que me agrada compartir con todos aquellos que aceptaron mi invitación y me acompañan con su lectura, esperando transportarlos por un momento a aquellos lugares y situaciones que por casualidad o premeditación recorrí.

El pasado Viernes 20 de Julio de 1810, gracias a una reyerta la cual ya todos conocemos, acaeció nuestro sonado y necesitado Grito de Independencia Colombiano, desde entonces año tras año, el día que caiga 20 de Julio, es declarado festivo a todo lo largo y ancho del territorio nacional. En este 2006, el día seleccionado fue un Jueves, por lo que el descanso del fin de semana se alargaba un poco más, oportunidad que aproveche para emprender una nueva aventura, esta vez hacia el sur del departamento del Cauca, específicamente al municipio del Bordo.

No soy aficionado a la política, tampoco fácilmente adoctrinable, tal vez sí un luchador de causas perdidas, pero sin rayar las estribaciones del NADAISMO; creo que es justo reconocer los logros de quienes se encuentre en el poder al nivel que sea. Soy testigo de que la controvertida política de Seguridad Democrática, caballito de batalla del re-electo Álvaro Uribe, de verdad sirve. La presencia de la fuerza pública en las diferentes vías (Principales y Secundarias), le devuelven a uno la confianza de visitar lugares nuevos, o regresar a sitios a los cuales hasta hace un tiempo era impensable.

La primera parada de esta travesía es en un balneario natural llamado ANGULO, ubicado en las riveras del rió Patía. Si mis cálculos no me fallan, queda a más o menos 25 minutos desde la cabecera municipal (El Bordo); se recorre un trayecto de la panamericana para luego andar por una polvorosa carretera, la cual es transitada por cualquier cantidad de personas que acuden tras la búsqueda del manantial. Lo hacen a pie, caballo, motocicleta, carro, cicla, es una romería similar a una peregrinación. Se ven bultos, ollas, sillas, mesas, maletines, cometas, neumáticos, carpas, comida, en fin todos los elementos necesarios para gozarse un paseo de rió.

En cualquiera de las 2 riveras del rió, se puede armar la olla del paseo. La que primero se encuentra al arribo, es muy arenosa y pedregosa, ideal para acostarse temporalmente y cubrirse de pies a cabeza con un baño de arena relajante, pero tiene la desventaja de que no existen árboles u otro tipo de estructuras para guarecerse de los caniculares rayos solares. Para llegar a la otra orilla, se debe atravesar un puente colgante, de más o menos 150 metros de largo, construido con acero y cemento. Este pasa a una altura creo yo de 12 metros sobre la superficie de rió. Cuando se va caminando por el, y se presenta bastante tráfico, se puede sentir el vaivén de la estructura. Una vez al otro lado, el panorama es diferente, muchos árboles, ganado, pasto, y se ve toda la recursiva infraestructura montada para atender las necesidades de la gente que acude constantemente a pasear, entonces encontramos: Casetas de baile sobre la tierra limpia, ventas de todo tipo (Fritanga, Gaseosa, Mecato, Frutas, Helados), vestieres los cuales no son mas que una sabana colgada sobre 3 palos, cuyo valor por uso es de $300 pesos (a $100 por palo). Aprovechando el entorno natural, los baños son al aire libre debajo de los matorrales, con todos los ojos abiertos para evitar la perturbación de aquel sacro momento.

Una vez escogido el lugar para instalarse, se inician los preparativos de rigor: Armar la carpa para guardar las cosas, juntar la leña, conseguir las piedras para armar el fogón, lavar las papas, hacer el arroz, y como paseo que se respete, hacer el Sancocho con gallina de campo.

Por esta época del año, el río pasa calmado, no es muy profundo, el agua es tibia y clara. Meterse a sus aguas descalzo si es una tortura, caminar sobre la arena hirviendo, pasar sobre las piedras más puntiagudas posibles, por otra arena más gruesa como para construir muros de contención, uno que otro palo atravesado, y el riesgo de encontrarse vidrios o latas dejadas por algún inconsciente. Mejor dicho, un pobre citadino torturando su humanidad, peor que una jornada de reflexología podal. Una vez en el rió la cosa es a otro cuento, si se remonta la cabecera, es posible dejarse arrastrar por la fuerza normal de las aguas, bien sea a bordo de un neumático, balsa, Kayak, flotador o cualquier otro elemento que no nos deje hundir, o simplemente nadando humildemente al estilo perrito.

No hay que dejarse engañar, pues los ríos de aguas calmadas son también muy peligrosos. Para la muestra aquel desafortunado día, un pequeño de 11 años, perdió la vida en medio de la mirada impotente de todo mundo. No se sabe si fue por descuido de sus acompañantes o por una imprudencia del chico, lo cierto fue que cuando alguien lo diviso flotando, ya era demasiado tarde para reaccionar. No valieron las maniobras de reanimación, los gritos, las lágrimas, las invocaciones de uno que otro fanático que pedía a fuerza del pulmón que el diablo se alejara, y otro pidiéndole al señor que lo devolviera. Para completar, la extrema bochincería de la gente, que para no perderse ni la movida de un catre, le importa 5 hacer montonera en un lugar donde lo que se necesita es espacio, aire, tranquilidad.

En momentos como estos, se pone uno a pensar, juemadre, que vaina, pude haber sido yo, tal vez un hijo, un familiar, un amigo, un conocido, y por más que se quiera, es muy difícil recuperar la tranquilidad y las ganas de gozar que se traían al inicio de la jornada.

Bueno al momento de partir, el campo, el rió, nos agradecen la compañía, deleitándonos con un hermoso atardecer, viendo el astro rey besar las montañas y zambulléndose a lo lejos en las frescas aguas patianas. La noche remata llegando con todos los corotos a la casa, bañándose nuevamente pero con jabón y estropajo para retirar arena de cuanta cavidad o pelambre disponga el cuerpo humano, como antesala al ingreso del reino de Morfeo.

El nuevo día sugiere nuevos retos, nuevas aventuras, esta vez en una finca. La jornada inicia reuniendo el ganado en el corral, para ello hay que recorrer varios potreros, pasar alambrados, subir y descender por empinadas laderas, y para quien no se encuentra acostumbrado a esta ardua faena: Espantar los mosquitos, limpiarse el sudor cada 15 segundos, tomar la mayor cantidad de agua que se pueda, aprovechar cuanta sombra aparezca, comerse cuanta guayaba de papaya, y rogar porque el mayordomo le preste a uno el caballo en el que el cumple su función, la vaquería. Algunos animales ya entienden que cuando el hombre se asoma al potrero con un balde, es porque se les va a dar miel de purga o sal, y con solo silbarlos acuden raudos al llamado, pero no faltan los testarudos que maliciosamente al advertir la presencia humana, emprenden una endemoniada carrera por cuanto rastrojo y monte se les atraviese, como si presintieran que los van a volver a capar o a marcar.

Ya con los animales reunidos, todos convergemos para deleitarnos y discutir sobre su estado actual, se ve el efecto de la droga, las vitaminas, los antipararasitarios, y es hasta posible meterse entre ellos para darles pasto picado, mata e’ ratón y miel. Hay algunos muy mansos que reciben comida en la mano (aclaro, nuestra mano), resulta muy cosquilloso el sentir esa lengua dura y áspera como una lija. Empieza entonces el conocer la historia de cada semoviente: Este colorado llego hace "X" meses, El pintao pesó "X" kilos, Ese cachi parao lo vacunaron en agosto, al careto le volaron los huevos hace 4 meses, ¡mírele ! el tamaño del morro a ese patinegro , esa vaca pare en 2 meses, etc. La otra forma de identificarlos es referirse a cada uno de ellos con un nombre, al igual que una mascota, entonces resulta más práctico llamarlos: La catedral, Julieta, Princesa, Nuchento, Orejimocho, La Dálmata.

Algo que no deja de sorprenderme, es la enorme memoria que desarrolla la gente del campo, mantienen presente su diario acontecer con pelos y señales, y la verdad yo no veo que anoten lo que sucede o lo que van haciendo en alguna parte. Es tan impresionante, que a lo lejos miran un rebaño, saben cuantas vacas, toros y terneros hay, cuantos faltan, y es mas, cuales son exactamente los que faltan. Con solo ver un animal ya saben cuando lo compraron, en donde, a quien, cuanto pesa, cuando fue la ultima purgada, vacunada y fumigada, si tiene hambre, si va a parir, si esta en calor, en fin, da la impresión de que conocieran mejor sus “mascotas” que a ellos mismos.

En una finca siempre hay tanto por hacer que cuando se va sin afanes y sin gadejo (entiéndase como “Ganas De Joder”), no es posible aburrirse, he aquí un breve listado de tareas cotidianas: Ordeñar las vacas, apartar los terneros (separarlos de las vacas para que no se tomen la leche), arreglar el broche (puerta de alambre de púas que permite el paso de un potrero a otro), arreglar el alambrado dañado, cambiar alguna posteadura (Los postes son los palos que sostienen el alambre de púas), abrir un hueco para las basuras orgánicas, sembrar alguna planta, regar los cultivos, picar el pasto, llevar comida a los animales, enterrar manguera para llevar agua a los potreros, bueno y muchas otras más. En medio de toda esta actividad al aire libre, hay que ser muy insensible para no complacerse viendo el volar de las garzas, el pasear del garrapatero por los potreros, las lagartijas pasando por tus botas, los chapuletes brincando por el pasto, las abejas protegiendo sus colmenas.

Al finalizar el día, la noche nos cubre con su estrellado manto, es delicioso acostarse sobre el pasto y ver tantas estrellas, con diferentes agrupaciones, tamaños e intensidad. A lo lejos es posible apreciar cual pesebre las tenues luces de las poblaciones vecinas a lo largo de la montaña: Bolívar, La Sierra, Balboa, San Alfonso, Sucre, acompañados de innumerables veredas y caseríos. Si se sintoniza la radio se escuchan todas las emisoras en FM ESTEREO: Bolivar Estereo, Patia Esterero, Balboa Estereo.

Como buen paseo de finca, no puede faltar la acostumbrada fogata, la que se arma colocando los maderos secos de forma tal que los mas pequeños enciendan primero y le den fuerza a la candela, para que el fuego vaya consumiendo los mas grandes. Una buena fogata dura toda la noche, pero tampoco hay que ser tan desocupado para amanecerse al son del crepitar de los leños. En tan solo 2 horas uno se calienta hasta el tuétano, charla, echa cuentos, asa masmelos (en las películas americanas dicen Malvaviscos), canta al ritmo de alguna guitarra.

Llega la hora de dormir, de ir a la carpa, de quitarse el traje de fatiga y ponerse cómodo para descansar. Relajante la oscuridad, el permanecer lelo tratando de entender el lenguaje de la naturaleza, ver los cocuyos (luciérnagas), escuchar los morrocoyes (lechuzas), el latir lejano de los canes, el sonido como de chispa que produce el encuentro entre 2 mariposas, el armonioso trinar de los pájaros al alba. Curioso que en una tierra tan caliente, haga tanto pero tanto frió a la madrugada.

El retorno a la cotidianidad ocurrió al siguiente matutino, tomando un transporte intermunicipal. Normalmente el trayecto dura 2 horas, donde se contempla el quebrado paisaje entre motoso y motoso. Esta vez mis compañeros de silla eran una niñita de año y medio y su progenitora. Inicia el viaje, y la niña con sendos ojos como exploradoras entre la neblina empieza a recitar incesantemente “Mami, me voy a vomitar”, a lo cual la tal vez inexperta madre respondía “Tranquila, ya vamos a llegar”. Esta tierna y consoladora frase aplacaba los deseos de regurgitación de la infante, pero mantenía en máxima alerta todos mis sentidos normales y para-sensoriales, apostándole a detectar oportunamente el chorro de comida y jugos gástricos, cual cóctel de lixiviados, para hacerle el quite y evitar que bañaran mi humanidad tan tempranamente amenazada. El recital de la pequeña fue cada vez mas intenso, hasta que la madre reacciona, con una brusca salida de su letargo, mira para arriba, abajo, a la izquierda, a la derecha, abre un bolso, lo cierra, abraza la chiquita, la suelta, para finalmente con mirada de desespero decirme “Me puede conseguir una bolsa de mareo”, palabras mágicas para pararme como un rayo, con solo 2 zancadas llegar hasta el puesto del conductor y regresar con el encargo. Bueno, la dichosa bolsita, funcionó temporalmente como placebo, solo fue colocarla suavemente sobre la cara de la niña, para que automáticamente durmiera placida y angelicalmente en los brazos de su madre. Ya con la situación controlada, ahora si resultaba seguro pegar los ojos. Creo que pasaron 20 minutos, cuando en una maniobra brusca del chofer, me desperté, y al ver de reojo a mis acompañantes, aprecio el rostro de la niña completamente mojado y con arroz en las pestañas. ¿Que había sucedido? La mama se durmió, la niña ha estado trasbocando en la bolsa, y al parecer en la impericia del chofer sin querer ocasiono que la señora le restregara el contenido de la bolsa a la niñita en la cara, así como cuando un perro se orina o ensucia en un sitio indebido, y el amo lo castiga regañándolo, untándole el hocico en sus desechos y pegándole con un papel periódico. Como ya el daño estaba hecho, no le quedo más remedio que limpiarla con el mismo vestidito que llevaba puesto, botar la bolsa y hacerse la pendeja para disimular ese olor como a rayandería de yuca.

Todo esto acaeció en tan solo 3 días, los cuales fueron tan distintos el uno del otro, que me para mi parecieron 50.

Para finalizar, quiero explicar que significa el titulo del escrito.

  • Guango: Atado o montón de leña.
  • Cayana: Plato grande, especie de bandeja de madera.
  • Susunga: Recipiente de mate (del mismo en el que se echa el manjarblanco).


Estos 2 últimos, constituyen valiosos elementos de la vajilla campesina.

Este escrito fue terminado de escribir en Guayaquil (Ecuador), el miércoles 9 de agosto del 2006.